Aquellas Botellas

REFLEXION
Por: la botella SKYY

El otro día me preguntaba el por qué de algo que me enoja cada vez que lo veo, que por cierto es muy seguido. Es muy común ver que cuando 

baja del transporte una pareja ya con unos cuantos añitos, como de entre unos 40 y 50 años, dando por hecho que son matrimonio, siempre baja primero el hombre y después la mujer. Pero eso no tiene nada de cuestionable, es más, ni siquiera el que en caso de ser al revés, el hombre no le diera la mano a la esposa para bajar, porque finalmente no es un requisito indispensable entendiendo que ella puede bajarse sola, aunque bien sí es un gesto de cortesía que dice mucho acerca del interés de un hombre por su mujer. Pero bueno, aún eso no es lo que me perturba tanto. Hay algo aún mucho peor, y es que el hombre baja sin voltear si quiera a ver si su esposa ya bajó mientras él, al instante en que baja, emprende su camino dejando a su esposa como tres o cuatro pasos atrás, como si él fuera solo, como si se le olvidara que viene con alguien. ¡Es tan penoso ver esta escena como algo tan irrelevante! ¿Qué pasa, qué está pasando ahí?, o más bien, la pregunta correcta sería, ¿qué es lo que representa esta interacción?, que paradójicamente, no sabe uno si llamarla así. ¿Qué nos dice acerca de las relaciones entre un hombre y una mujer con un matrimonio de más de 10 años, aproximadamente? Sin lugar a dudas lo que queda muy claro es el menosprecio, el rechazo hacia la mujer. Y no lo digo porque como mujer quiera calificar a todo acto que implique falta de cortesía, como un acto machista, porque eso no es así; sino porque cuando una persona decide salir a la calle acompañada, el más elemental gesto de educación es darle “su lugar” (literal y metafóricamente) como ser humano, un ser humano al que toma en cuenta por lo menos en el ritmo de sus pasos. Pero este acto, se traduce como: no me interesa compartir contigo nada, es más, ni si quiera te veo; y quizá muy seguramente, de verdad ya no haya nada que compartir ahí, más que su incomodidad por seguir juntos (aunque no unidos). Es más, atreviéndome a ir un poco más lejos, es como si hasta el “hombre” se avergonzara de mostrar quién es su mujer y llevarla a lado. Me parece un acto totalmente machista, cuando esos mismos hombres son los que le dan el paso a otra mujer muy bien formada, o le tratan de hacer plática cuando se sientan al lado suyo en el autobús, o hasta las ayudan a bajar de éste. Quizá algunos de ustedes pensarán diferente. Dirán que entonces el asunto no es una cuestión social, sino del deterioro de las relaciones de pareja muy en particular. Pero mi objeción a esto la haría con una pregunta que lleva el asunto mucho más allá: ¿por qué justamente es la esposa a la que ya no le dan el más mínimo lugar en su vida? Pues porque ella ya no tiene buenas curvas, ni luce una figura seductora, y si no tiene eso, ya no vale. Porque para esa clase de hombres, que afortunadamente no son todos, la mujer deja de valer cuando no tiene un buen cuerpo que “ofrecer”. Eso, eso es machismo. Depositar el valor de una mujer sólo en su físico porque creen que no tienen otra cosa buena que ofrecer, como si no hubiera nada dentro de esa envoltura tan despampanante. En fin, cada vez que observo esa escena, no veo otra cosa sino una falta auténtica de verdaderos hombres, más que eso, de verdaderos seres humanos que evidencian que los que están faltos de sabiduría, educación y amor, son ellos al no darse cuenta de lo más obvio que tienen frente a su nariz: que un ser humano que sea hombre, mujer o quimera, teniendo la “envoltura” que tenga, tiene lo mismo que ofrecer que cualquier otro. Pero desgraciadamente no se le puede pedir mucho a “hombres” criados de la misma manera, viendo como sus padres ignoraban a sus madres, y peor aún, como ellas lo permitían. Pero esa es otra historia… esta es otra cara de la moneda que da para mucho más que decir en otra ocasión.